Hay heridas que no se ven, y tiempos en la vida que dejan marcas profundas, aunque a simple vista nadie lo note.
Algunas de esas marcas no las lleva el cuerpo, sino el alma. Como cicatrices silenciosas que aprendemos a cargar con valentía, con fe, y a veces… con una agenda llena de actividades.
Hace poco tuve una conversación por WhatsApp que me estremeció por su sencillez y verdad. Hablábamos con un joven de la iglesia, alguien a quien admiro por su constancia, por su entrega en todo lo que hace. Le comenté, con total sinceridad, que me sorprendía el ritmo con el que vive: entre la academia, los llamamientos, el coro, la iglesia…
Él sonrío ( me imaginé su sonrisa ) con humildad y me dijo:
“Pero me ha ayudado a lo menos a no deprimirme y a estar ocupado.”
No imaginé que esas palabras se me quedarían dando vueltas en el corazón. No era una queja, ni una forma de llamar la atención. Era una afirmación valiente. Una declaración honesta.
Yo le respondí con cariño:
“Me alegra mucho que, a pesar de todo, hayas encontrado en tus responsabilidades una forma de mantenerte firme y con propósito. A veces, el servir a otros y mantenerse activo es una forma en la que el Señor también cuida de nosotros, ¿verdad?”
Y él, con esa luz que brota de quien ha sanado en el silencio, me dijo:
“Así es. Así el Señor nos cuida.”
Y añadió algo que marcó el inicio de este artículo:
“Es un buen tema para escribir.”
El poder de estar ocupado con sentido
No se trata de llenar la agenda solo por no enfrentar el vacío. No. Lo que descubrí en esta conversación es algo más profundo: la diferencia entre estar ocupado por huir de uno mismo, y estar ocupado por abrazar una misión.
Porque cuando el dolor ha tocado tu puerta, y te ha dejado noches de insomnio, angustias sin explicación y memorias que se activan en el silencio… entonces elegir seguir adelante, comprometerse con algo más grande que uno mismo, no es debilidad. Es coraje. Es fe en acción.
El servicio, cuando nace del amor, se convierte en una medicina.
No es pastilla, ni terapia. Es una forma de mantenerse de pie cuando el mundo tiembla. Es una mano extendida, incluso cuando la propia tiembla por dentro.
Servir también te sirve a ti
A veces creemos que ayudar es solo dar. Pero lo que muchos no dicen es que cuando sirves con el corazón, también recibes.
Recibes consuelo.
Recibes dirección.
Recibes propósito.
Y en ese intercambio invisible, Dios también se hace presente.
En este joven, veo a tantos otros que han vivido tormentas pero no se han dejado arrastrar. Personas que encontraron en el servicio un refugio, un ancla. No porque todo esté bien, sino porque eligieron que su dolor no los detendría. Eligieron convertir su historia en algo útil, algo que alimente a otros, aunque a veces ellos mismos sigan sanando.
Cuando el Señor nos cuida en formas inesperadas
Hay una frase que dice: “El que refresca a otros, él mismo será refrescado.”
Y yo creo que es verdad.
El Señor muchas veces no nos quita las cargas, pero nos da herramientas, caminos y personas para que no las llevemos solos.
Y a veces, esas herramientas se disfrazan de tareas, de ensayos, de reuniones, de responsabilidades.
Pero no son “cosas por hacer”. Son puentes hacia la sanación.
Porque sí, el dolor puede visitarnos, pero no tiene por qué quedarse a vivir con nosotros.
No conoces a nadie por casualidad: El amor de Dios se revela en cada encuentro
En cada persona que llega a tu vida hay un reflejo del amor de Dios.
A veces, Él no baja del cielo con voz de trueno, pero te manda un hermano que te escucha, una amiga que te acompaña, o incluso un desconocido que te recuerda que aún hay bondad en el mundo.
No conoces a nadie por casualidad. Cada alma que se cruza en tu camino tiene algo que darte, algo que enseñarte, o algo que sanar contigo.
Así, el Señor nos cuida: a través de los otros, a través del servicio, a través del encuentro.
Cuando te encuentras con alguien que toca tu vida, aunque sea por un instante, ahí está Él.
Ahí está su amor hablándote en voz bajita.
Recordándote que no estás sola, que no estás solo…
Y que sí, vale la pena seguir caminando.
¿ Sientes que ya no puedes ?
Si estás leyendo esto y sientes que tu historia también lleva cicatrices invisibles…
Si sientes que a veces te estás derrumbando por dentro, pero sigues con una sonrisa afuera…
Si crees que nadie entiende lo que cargas, y que te estás sosteniendo con hilos muy delgados…
Te digo algo con el alma:
Tú no estás sola. No estás solo.
Elige una causa. Un lugar. Una forma de servir. Aunque sea pequeña. Aunque parezca insignificante.
Y verás cómo ese acto empieza a devolverte el sentido.
El Señor usa nuestras manos para tocar otras almas, y en ese proceso, también toca la nuestra.
Porque cuando servimos, también sanamos.
Cuando damos, también nos llenamos.
Y cuando encontramos propósito… el dolor, aunque no desaparezca, se vuelve más liviano.
============🌻
Hoy agradezco esa conversación breve, pero tan poderosa.
Gracias a ese joven valiente por abrir su corazón.
Gracias a ti por leer hasta aquí.
Y gracias a la vida por enseñarnos que a veces, servir no solo es dar…
es volver a vivir.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario