Hoy, domingo 7 de septiembre de 2025, al meditar en este día de reposo, mi corazón se dirige a uno de los relatos más conmovedores del Nuevo Testamento: la resurrección de Lázaro (Juan 11). Este pasaje es un testimonio poderoso no solo del amor de Jesucristo por Sus amigos, sino también de Su poder divino sobre la vida y la muerte.
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Cuando Jesús fue avisado que Lázaro estaba enfermo, no fue inmediatamente. Esperó. Sus discípulos y los familiares de Lázaro quizá no comprendieron esa demora. Pero al llegar, ya pasados cuatro días, el Maestro manifestó Su compasión. El texto nos dice con sencillez y fuerza: “Jesús lloró” (Juan 11:35).
Después de orar al Padre, declaró con voz potente:
“Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz: ¡Lázaro, ven fuera!
Y el que había muerto salió” (Juan 11:43–44).
En inglés se lee: “Lazarus, come forth.” Una frase breve, imperativa, que parece ordenar a la vida misma regresar.
Poco antes, había enseñado a Marta:
“Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá” (Juan 11:25).
Aquí encontramos la esencia del Evangelio: en Cristo está la victoria sobre la muerte física y la esperanza de vida eterna.
La enseñanza de los profetas y apóstoles
Este milagro no fue solo un acto de compasión, sino también un testimonio de quién es Jesucristo.
El élder Bruce R. McConkie enseñó que la resurrección de Lázaro tuvo al menos tres propósitos:
1. Confirmar la filiación divina y la misión mesiánica de Cristo.
2. Dar evidencia dramática de que Él es la resurrección y la vida.
3. Mostrar que los que creen en Él jamás morirán espiritualmente.
El presidente Thomas S. Monson enseñó sobre el consuelo que trae esta verdad:
“La oscuridad de la muerte puede disiparse por la luz de la verdad revelada. ‘Yo soy la resurrección y la vida’… Esta afirmación brinda la paz que el Salvador prometió.”
Por su parte, el presidente Ezra Taft Benson proclamó:
“El poder de resucitar radica en Cristo porque Él es Dios, incluso el Hijo de Dios. Y porque Él vive, nosotros también viviremos (Juan 14:19).”
Estas palabras nos recuerdan que el milagro de Betania no fue un evento aislado, sino una demostración del destino eterno que aguarda a todos los hijos de Dios.
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Al igual que Lázaro, nosotros también podemos sentirnos atrapados en “sepulcros” personales:
• El sepulcro del miedo.
• El sepulcro del dolor.
• El sepulcro del pecado o la desesperanza.
La voz de Cristo nos llama hoy con la misma fuerza:
“Ven fuera.”
Ven fuera del desaliento, del pasado que duele, de la muerte espiritual. Sal hacia la luz, hacia una nueva vida en Cristo.
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Este domingo, mientras recordamos a Jesús llorando con los que lloraban y luego llamando a la vida a quien estaba muerto, podemos sentir en nuestro corazón la misma invitación:
“Ven fuera.”
El Salvador nos llama a cada uno de nosotros, con amor y poder divino, a dejar atrás la oscuridad y caminar hacia la luz de Su evangelio. Que al escuchar esa voz, respondamos con fe, esperanza y obediencia, sabiendo que Él es la resurrección y la vida.
🌿 Reflexión :
Hoy quiero invitarte a preguntarte: ¿de qué sepulcro te está llamando Cristo a salir?

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