Es diciembre, pero aquí no hay frío,
solo el calor de un sol que se despide,
pintando el cielo con sus últimos suspiros,
mientras el mar, eterno y sereno, canta su melodía.
Las olas susurran secretos al viento,
y yo, con los pies en la arena,
me dejo envolver por la paz infinita
de este momento que no necesita adornos.
Es Navidad, pero no de luces y muérdago,
sino de atardeceres que abrazan el alma,
recordándome que el regalo más grande
es estar aquí, viviendo, sintiendo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario