En nuestra vida cotidiana, solemos asociarla con estándares físicos, colores o formas que encajan dentro de lo que la sociedad dicta como "bello".
Pero la realidad es que la belleza no es algo que pueda medirse de forma objetiva; está en los ojos de quien observa, de quien es capaz de percibir más allá de lo evidente.
Los Domingos por las mañanas voy al Parque Erick Barrando y tuve la oportunidad de vivir una experiencia que me abrió los ojos a una belleza diferente, una que no se mide por la apariencia externa sino por el impacto que uno puede tener en los demás.
Formo parte de la PayiEscuela, donde nos preparamos para ser Doctores de Sonrisas, una misión cuyo objetivo es llevar alegría a niños con cáncer, a ancianos y a niños huérfanos.
Este proyecto busca algo más profundo que una simple sonrisa: busca transformar momentos de dolor o tristeza en instantes de esperanza y felicidad. Nos disfrazamos, jugamos, bailamos y reímos junto a personas que a menudo enfrentan dificultades inimaginables.
Lo que descubrí en sus rostros no fue solo gratitud, sino una especie de belleza que pocas veces se puede describir con palabras. Es la belleza de la empatía, la conexión humana y el alivio emocional. Al observar a un niño sonriendo, a un anciano riendo a carcajadas o a un huérfano iluminando su rostro, te das cuenta de que la verdadera belleza no reside en lo que uno ve, sino en lo que uno siente.
En esos momentos, cada sonrisa que surgía era un reflejo de algo más profundo, algo que solo podía percibirse desde el corazón. Al estar en contacto con quienes más sufren, te das cuenta de que la belleza verdadera es la que tú creas al ofrecer amor, comprensión y alegría.
La belleza está en el ojo del espectador, sí, pero ese ojo debe estar entrenado para ver con el alma. Porque, al final del día, la belleza más pura es la que nace cuando decides dar sin esperar nada a cambio. Hoy, disfrazada y rodeada de personas comprometidas con esta causa, entendí que ser parte de este esfuerzo es un privilegio.
Llevamos sonrisas, pero también nos llevamos la certeza de que la belleza genuina está en los pequeños gestos, en los corazones que saben cómo iluminar el día de otros.
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