Bajo las luces de una carpa multicolor y al ritmo de aplausos y risas, crecí rodeada de historias que iban más allá del espectáculo.
Mi familia por parte de mi padre (que en paz descanse) formó parte del Circo Nacional de Managua, y aunque mi memoria de aquellos días es fragmentada, los recuerdos son como destellos que iluminan momentos mágicos y agridulces.
Este pequeño artículo es un tributo a esa época y a las personas que hicieron del circo su vida, su arte y su hogar.
La magia del circo en mi infancia: A los seis años, mi vida se llenaba de asombro cada vez que visitaba el circo. Los pequeños tigres con los que jugaba eran como compañeros de juego exóticos, mientras que los camellos, con su andar pausado, despertaban mi curiosidad infantil. La carpa era un mundo aparte, lleno de colores, risas y emociones que parecían no tener fin.
Mi familia en la pista: Mis primos, los acróbatas, eran los héroes del espectáculo. Con su valentía y destreza, lograban acrobacias que hacían contener la respiración a todos los presentes. Eran como aves que desafiaban la gravedad, suspendidos en el aire por segundos que parecían eternos. Mi tío Tomás Solís, con su carisma, representaba el corazón de nuestra conexión con el circo.
El riesgo detrás de la magia: Aunque el circo era un lugar lleno de alegría, también había una sombra de peligro constante. Recuerdo vagamente el funeral de un primo acróbata que perdió la vida haciendo lo que amaba. Fue un momento que marcó mi infancia y me mostró que detrás del brillo del espectáculo había sacrificio y dolor.
La conexión que perdura: Hoy, aunque esos días han quedado atrás, el circo vive en mi memoria. Cada vez que pienso en esa carpa, los animales y las risas de la audiencia, siento que revivo un capítulo único de mi vida. Es una herencia que me llena de orgullo y gratitud.
El circo no solo fue un lugar de espectáculo; fue un hogar, una familia, y un escenario donde la valentía y la pasión de mi familia brillaron intensamente. Aunque los tiempos han cambiado, los recuerdos bajo esa carpa siguen vivos en mi corazón, recordándome que la magia del circo no está en los aplausos, sino en las historias que dejan en quienes las viven.
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