A lo largo de la vida, muchas veces asumimos roles que no necesariamente resuenan con quienes somos en lo más profundo.
“I’ve been an actor on a stage
Playing a role I have to play
I’m getting tired to say the same
Living behind a masquerade.”
Estas palabras reflejan ese cansancio emocional de vivir conforme a las expectativas externas, y particularmente cuando se trata de la fe, la espiritualidad o las creencias. Es común que muchos piensen que para tener una relación con el Creador, hay que seguir una serie de reglas, asistir a una iglesia, o adherirse a una religión específica. Pero mi relación con lo divino va mucho más allá de una estructura religiosa. Mi fe no puede encerrarse en un edificio ni en doctrinas rígidas. El Creador, como yo lo percibo, es una fuerza tan vasta y compleja como el universo mismo, una energía que no necesita un manual de instrucciones para ser sentida.
La canción de Lauren Daigle sigue con una declaración poderosa:
“I’m losing my religion
To find You.”
Perder la religión no significa perder la fe, sino encontrar una conexión más pura, más honesta, sin los intermediarios que a veces distorsionan lo que en esencia es un vínculo directo entre tú y el Creador. Es soltar todo aquello que es insincero o superficial, para abrazar lo que realmente toca tu alma. No busco reemplazos ni sustitutos. Mi fe está basada en el amor y la conexión genuina, esa que siento cada día sin necesidad de repetir patrones impuestos por otros.
“No one can love me like You do
So why would I want a substitute?”
Al despojarme de esos formalismos religiosos, he descubierto que la espiritualidad no se mide por cuántas veces acudes a una iglesia, sino por cómo vives y cómo amas. Mi relación con el Creador no necesita ser validada por una religión, porque ya he encontrado algo nuevo, algo diferente.
“I’m losing my religion
In finding something new
’Cause I need something different
And different looks like You.”
Para mí, ese “algo diferente” es la libertad de amar y de vivir en conexión constante con esa energía divina que muchos llaman Dios, y otros, el Universo. Es un amor que va más allá de las palabras, que no tiene reglas fijas ni rituales. Es un amor que es simplemente ser. Un amor que no puede ser imitado ni reemplazado por nada más.
Al final, perder mi religión me ha permitido encontrar una espiritualidad que se siente verdadera, sin las capas de pretensión o las expectativas de los demás. Y en ese proceso, he encontrado la paz. Paz en saber que el Creador me ama tal y como soy, sin necesidad de máscaras o de seguir el guion de alguien más.
La fe es un viaje personal. Y yo he elegido uno en el que puedo ser auténtica, en el que puedo amar libremente, y en el que cada paso me acerca más a esa presencia divina que guía mis días.
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