A veces creemos que es lo mismo.
Que fracasar y ser rechazado son solo dos formas diferentes de perder.
Pero no lo son. El fracaso y el rechazo son dos experiencias distintas… y ambas tienen algo importante que enseñarnos.
He vivido ambas. Fracasé en proyectos que soñaba con el alma. Me esforcé, puse mi corazón, pero no salió como esperaba.
También fui rechazada… por personas, por propuestas, por oportunidades que deseaba con todo mi ser.
Y entendí que el fracaso me enfrenta a mí misma, mientras que el rechazo me enfrenta al otro.
Fracaso: el espejo interior
El fracaso nos habla de nuestras decisiones, de los caminos que tomamos, de lo que no resultó como planeamos.
Es ese castillo de sueños que se nos cae entre las manos. Y sí… a veces se siente como si fuéramos nosotros quienes caemos con él.
Fracasar es lanzar un proyecto y no tener los resultados.
Es subirte a un escenario y no conectar.
Es soñar en grande y tropezar.
El fracaso tiene una parte noble: nos invita a revisarnos, a mejorar, a reinventarnos.
Yo, por ejemplo, me enfrenté al fracaso en el mundo del voiceover. Perdí la cuenta de los castings rechazados. En un punto llegué a preguntarme si realmente era buena en esto. Pero en lugar de rendirme, decidí fortalecerme por dentro. Comencé a leer cada día, a vocalizar, a seguir aprendiendo.
Y hoy, sigo aquí. Con la frente en alto. Empezando otra vez. Aprendiendo otra vez.
Rechazo: el “no” del otro
El rechazo duele de una forma más personal. Porque no es que algo falló… es que alguien nos dijo que no.
Y eso puede sentirse como una herida al alma.
Me rechazaron en el amor, cuando alguien que me gustaba me dijo que no sentía lo mismo.
Me rechazaron profesionalmente, cuando el equipo de Michelle Poler agradeció mi participación… pero no me eligió.
El rechazo no es algo que puedas controlar.
No depende de ti, sino de la percepción del otro.
Y eso, a veces, es lo más frustrante.
Pero también entendí algo importante: el rechazo redirige.
Te saca de lugares donde no te iban a valorar como mereces.
Te empuja hacia espacios donde realmente puedes florecer.
Ambas cosas pueden doler… pero también pueden sanar
El fracaso te entrena.
El rechazo te purifica.
Y ambos, si los miramos con amor, nos hacen más fuertes, más humildes y más humanos.
Hoy, ya no le temo al fracaso. Tampoco al rechazo.
Ambos forman parte del camino. Ambos me han hecho la mujer que soy.
Y si tú, que estás leyendo esto, sientes que fracasaste o que te rechazaron…
Respira.
Eso no te define.
Eso te impulsa.
¿Te ha pasado algo así? Escríbelo. Cuéntalo. No estás solo.
Que cada “no” te redirija. Que cada caída te reconstruya.
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