miércoles, 23 de abril de 2025

“Hasta los niños se avientan”: Un salto con corazón de niño


Para almas valientes que aún creen en la ternura de la vida.

Estaba leyendo el libro Hola, miedos de Michelle Poler, y hubo una frase que me atravesó el alma.

Ella cuenta que estaba a punto de lanzarse desde un acantilado, pero el miedo la paralizaba. El salvavidas, en un intento de motivarla, le dijo:

“¡Anda, hazlo! ¡Hasta los niñitos se avientan!”

Michelle pensó: ¿Se suponía que eso debía inspirarme?

Y sí… quizá no lo hizo en ese instante. Pero a mí, esa frase me dejó reflexionando profundamente.

¿Por qué los niños sí se avientan?

Porque creen que todo estará bien.

Porque confían.

Porque viven el momento.

Porque su meta no es el éxito ni el reconocimiento…

Su única motivación es disfrutar.

Entonces recordé una enseñanza espiritual que muchos hemos escuchado:

“Si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.”

Tal vez no la hemos entendido del todo.

Ser como niños no es retroceder, ni volverse ingenuo, ni vivir sin responsabilidad.

Ser como niños es confiar sin tener todas las respuestas.

Es tener fe, no una fe ciega, sino una fe valiente que dice: “Me voy a lanzar, y sé que algo o alguien me sostendrá.”

Los niños no calculan. Los niños sienten. Los niños se entregan.

Y a veces la vida te pone frente a un “acantilado”: una decisión, un cambio, una pérdida, una nueva etapa…

Y te susurra lo mismo:

“Hasta los niños se avientan.”

No por tontos.

Sino porque tienen algo que los adultos a veces hemos olvidado:

un corazón que cree.

¿Y si ser adulto no significara endurecernos, sino aprender a volver a confiar como cuando éramos niños?

Volver a tener…

  • Confianza plena en que no estás solo.

  • Asombro constante por lo simple.

  • Capacidad de perdonar sin cargar piedras eternas.

  • Curiosidad viva por aprender y descubrir.

  • Alegría espontánea sin miedo al ridículo.

  • Presencia real, aquí y ahora.

  • Amor incondicional, que no espera nada a cambio.

Tal vez, solo tal vez…

el verdadero salto de fe es ese: volver a ser como un niño.

Porque cuando lo haces, la vida deja de ser una prueba… 

y vuelve a ser una aventura.

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