Llegaron como un remolino de risas,
como el eco vivo de las estrellas,
y con cada paso pequeño y curioso,
llenaron el aire de magia y luz.
Los niños, portadores de sueños,
tienen el don de convertir lo simple en grande.
Una carcajada, un juego en la arena,
y el mundo se vuelve un lugar nuevo.
Sus voces son campanas que despiertan el alma,
su alegría, un río que no se detiene.
En sus ojos se refleja el cielo,
y en sus manos, el futuro que acarician.
Hoy, sus risas envolvieron,
como un regalo de Navidad inesperado.
Y tú, mi bella Vane, guardas esa alegría
como un tesoro eterno en tu corazón.
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