Entre montañas verdes que tocan el cielo y un riachuelo tranquilo que murmura entre las piedras, el caos de la ciudad parece un eco lejano.
El cielo, tan azul y limpio, me invitó a respirar profundo, mientras el sol acariciaba cada hoja, iluminando la vida que florece en silencio.
La naturaleza tiene un lenguaje propio. No necesita palabras, solo momentos. Te pide que pares, observes y escuches. Allí, en medio del campo, las prisas no existen, y el corazón vuelve a latir con calma.
Es curioso cómo un simple instante puede renovar el alma. Una mirada al paisaje, un susurro del agua, y todo cobra sentido: estamos hechos para coexistir con la naturaleza, no para olvidarla.
Por muy breve que haya sido mi encuentro con estos paisajes, me recordaron que la paz no siempre está en grandes viajes o lujos. A veces, solo necesitas un cielo azul, el sonido de un riachuelo y el verde que te envuelve para encontrar el descanso que tanto buscabas.
Regálate tiempo para reconectar con lo natural, aunque sea en una pausa breve del día. Porque allí, entre el susurro del campo, es donde uno realmente se encuentra.
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