domingo, 22 de diciembre de 2024

El Eco de la Eternidad ( recordando a los que ya no están )


La pérdida de un ser querido es como un río que cambia su curso: el paisaje nunca vuelve a ser el mismo, pero el agua sigue fluyendo, llevando consigo recuerdos, enseñanzas y amor.

En los primeros días, el dolor puede sentirse como una tormenta; cada pensamiento se convierte en una ola que golpea el corazón con intensidad.

La ausencia pesa y el silencio habla con fuerza.

Sin embargo, con el tiempo, aprendemos a escuchar lo que ese silencio quiere decirnos. 

Cada rincón de nuestra vida guarda un eco de quienes amamos.

Está en el aroma de una comida recién preparada , en una canción inesperada o en las risas que compartimos con otros.

Esas pequeñas huellas son su manera de quedarse con nosotros, de recordarnos que no se han ido del todo.


El dolor nunca desaparece por completo, pero su intensidad cambia.

Se transforma en una melancolía dulce, en un lugar en nuestro corazón donde podemos guardar sus risas, sus palabras y su amor.

Aprendemos a vivir con la ausencia como quien camina en una playa al atardecer: con calma, apreciando el momento, sabiendo que el sol siempre vuelve a brillar.


Los buenos recuerdos son un refugio.

Nos muestran que, aunque ya no podamos abrazar a nuestros seres queridos, su impacto en nuestras vidas es eterno.

Nos dejaron lecciones, nos moldearon y nos hicieron quienes somos hoy.


En cada paso que damos, en cada sonrisa que regalamos, llevamos una parte de ellos.

No estamos solos.

Ellos viven en nosotros, en los gestos de amor que damos y en las memorias que atesoramos. Así, la vida sigue, y aunque nunca olvidamos, aprendemos a caminar con esperanza, honrando su memoria con cada respiro, confiando en que el amor verdadero nunca muere.

Y estaremos juntos por la Eternidad.


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