Un ferry me llevó por aguas tranquilas,
como un barco que busca el horizonte,
y el mar, con su susurro infinito,
parecía contarme secretos olvidados.
Llegué a un lugar donde el viento habla,
y cada rincón tenía un mensaje escondido.
Dos cuadros en un cuarto cualquiera,
pero no, no eran cualquiera; eran barcos.
Barcos como yo, navegando mares inciertos,
cargados de sueños, de historias, de vida.
El universo, con su toque divino,
me recuerda que mi viaje no es en vano.
¿Soy un barco? Sí, soy vela y timón,
soy el eco del mar y la brisa que empuja.
Llevo dentro mapas dibujados en estrellas,
y mi destino se escribe con olas y cielo.
Hoy, en este lugar donde todo converge,
siento que las Dioscidencias son faros,
guiándome siempre hacia puertos mejores,
donde el alma descansa y la esperanza florece.
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