Oh, Luna, reina de la noche callada,
tu luz plateada acaricia mi piel cansada,
en tu silencio encuentro consuelo y calma,
y en tu reflejo se desnudan mi mente y mi alma.
Guardián eterno de secretos perdidos,
cobijas los sueños que el día ha herido.
Testigo fiel de amores no contados,
y de corazones por el tiempo olvidados.
Luna, espejo de lo que fui y seré,
en tu brillo veo lo que no alcancé,
me guías por sendas de sombras y dudas,
pero en tu luz, mis esperanzas son mudas.
Alzándome hacia ti, mis suspiros te entrego,
como quien ofrece su último ruego,
que tu luz me envuelva, suave y serena,
y me abraces en la noche, Luna, mi dueña.
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