domingo, 7 de julio de 2024

Regrese a casa

Después de quince días fuera, regresar a casa fue un bálsamo para el alma. 

Cada paso hacia la puerta me acercaba a ese lugar que, aunque a veces se dice que está en el corazón, tiene un rincón físico que nos espera con los brazos abiertos. 

Al cruzar el umbral, una ola de familiaridad y paz me envolvió. 

Los muebles, las fotos en las paredes, el aroma único de nuestro hogar... todo me susurraba historias de momentos compartidos, de risas y lágrimas que solo pueden nacer en el refugio más íntimo de uno mismo. 

Pero lo mejor de todo fue ver a mi hijo. Sus ojos brillaron al verme, y en su abrazo encontré la esencia misma de lo que significa hogar. 

No hay lugar en el mundo que pueda igualar la calidez y el amor que él emana. 

En su sonrisa, sentí la bienvenida más profunda y sincera. 

Es cierto, la casa puede estar en el corazón, pero también se materializa en los lugares y las personas que amamos. Y en ese instante, entendí que mi verdadero hogar es donde están los que quiero, donde puedo ser yo misma, rodeada de amor incondicional. 

Regresar a casa, después de días de ausencia, me recordó que no importa dónde estemos, siempre llevamos un pedazo de hogar dentro de nosotros. 

Pero nada se compara con la dicha de estar físicamente presente, de sentir los latidos del hogar en sincronía con los propios. 

Volver a casa fue, sin duda, un reencuentro con la paz, la alegría y el amor en su forma más pura. 

Mi familia es mi hijo, por lo menos acá en Guatemala. Aunque la otra esta en mi país.






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