miércoles, 2 de julio de 2025

🐱 Cuando la Enfermedad Llega… y tu Gato se Queda



Un tributo a los silenciosos cuidadores del alma


Llevo más de una semana enferma.

No ha sido fácil.

La fiebre va y viene, el cuerpo se cansa rápido, y la mente… bueno, se llena de pensamientos que a veces pesan más que los síntomas.

En medio de todo eso, he redescubierto algo que a menudo damos por sentado: el amor incondicional de un ser pequeño, peludo y silencioso.


Dicen que los gatos no son tan cariñosos.

Que son independientes, que van y vienen cuando quieren.

Pero mi gata ha sido mi sombra desde que regresé de Nicaragua, justo cuando empezó mi malestar.

Desde entonces, no se ha despegado de mí.


A diferencia de los humanos, no me pregunta cómo me siento.

No me ofrece consejos ni se preocupa por decir lo correcto.

Solo se acurruca a mi lado, se acomoda sobre la manta que me arropa, y permanece ahí. Callada, atenta, presente.


Los animales tienen esa capacidad mágica de simplemente estar. Y ese “estar” lo dice todo.

No se necesita más.


🌙 Hay noches en las que me despierto por el dolor o por la fiebre, y ahí está ella. Dormida junto a mí, como si supiera que su compañía es más medicina que cualquier pastilla.


He aprendido en estos días que el amor no siempre viene en grandes gestos.

A veces, viene en forma de una mirada tierna, de un ronroneo suave o de un cuerpecito tibio que se acurruca justo donde más lo necesitas.


Mi gata no me ha curado el cuerpo, pero sí ha aliviado el alma.

Y eso también cuenta.

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