¿Puede uno amar en tan poco tiempo?
¿Puede el alma reconocer a otra sin haber cruzado palabras?
¿Existe ese instante en que, sin aviso, todo cambia?
Tal vez la lógica diga que no.
Que el amor necesita tiempo, experiencias compartidas, y días enteros para florecer.
Pero el corazón… el corazón tiene otros planes.
Hay miradas que atraviesan las capas del miedo.
Sonrisas que resuenan como ecos de algo que ya vivimos.
Y sí, hay momentos en que sabemos, sin entender cómo, que esa persona… es.
La canción de Savage Garden lo dice con una dulzura que estremece:
“I knew I loved you before I met you”
(“Sabía que te amaba antes de conocerte”).
¿Y si fuera cierto?
¿Y si las almas se buscaran mucho antes de encontrarse en esta vida?
¿Y si existiera un hilo rojo, invisible, que une dos destinos más allá del tiempo, la distancia o las heridas?
Amar no siempre necesita lógica.
A veces basta un cruce de caminos, una coincidencia disfrazada de casualidad.
Y de pronto, esa persona llega.
No lo esperabas.
No sabías que la necesitabas.
Pero ahí está.
Tal vez no todo amor que llega pronto se queda.
Pero eso no significa que no sea real.
Porque el amor no se mide en calendarios.
Se mide en impacto, en cómo te transforma, en cómo te despierta el alma.
Sí, puede doler soñar.
Sí, a veces tememos volver a caer.
Pero… ¿y si esta vez sí es?
¿Y si vale la pena intentarlo con el corazón abierto, aunque tiemble un poco?
¿Y si ese amor que parece imposible… simplemente está esperando que digamos “sí”?
Este no es un artículo que busca certezas. Es un susurro para los románticos, para quienes aún creen que el amor puede ser mágico, repentino y verdadero.
Es una invitación a no dejar de soñar.
A permitir que el alma sienta, que se emocione, que se abra de nuevo.
Porque tal vez… tú también sabías que lo amabas antes de conocerlo.
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