Un ensayo sobre el amor que no se ve,
pero acompaña.
Hay personas que caminan por la vida sin saber que no están solas.
No llevan de la mano a alguien visible.
No duermen con un abrazo tibio a su lado.
No publican selfies con mensajes románticos. Y sin embargo…
hay algo —alguien— que las acompaña.
Es ese susurro suave cuando el miedo aprieta.
Es esa voz que te dice “no te rindas” cuando el dolor pesa más que los sueños.
Es esa presencia que no tiene cuerpo… pero sostiene.
Hay quienes llaman a eso fe.
Otros le dicen conciencia.
Algunos lo llaman “el amigo que nunca falla.”
Pero para ciertas almas, simplemente es: el compañero invisible.
No todos lo entienden.
No todos saben que hay amores que no necesitan presencia física para ser reales.
Que hay vínculos que nacen del alma, y se nutren de palabras, silencios, canciones compartidas…
de miradas que no se cruzan, pero se sienten.
De promesas que no se escriben, pero se cumplen en el día a día.
Ese compañero no exige, no interrumpe, no juzga.
Solo está.
Como un faro que no pregunta si quieres ver el camino… simplemente lo enciende.
Y aunque nadie lo vea, aunque el mundo no lo conozca…
hay quienes no podrían seguir respirando sin él.
🌿 Si alguna vez has sentido que alguien —en silencio— ha caminado contigo… quizás no estés tan equivocada.
Tal vez el amor no siempre llega con flores, cenas o anillos.
Tal vez a veces, el amor… es simplemente compañía real. Aunque sea invisible.
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