A veces no sabemos cómo seguir.
No tenemos respuestas, ni fuerza, ni ganas.
Solo el corazón latiendo por inercia y una pregunta que se repite en silencio:
¿Y ahora qué?
Cuando perdemos a alguien, un futuro, un amor, una parte de nosotros… no hay palabras que lo arreglen.
Louise Hay decía: “El dolor es parte de la vida, pero el sufrimiento es aferrarnos a él.”
Y yo me he aferrado muchas veces. A lo que fue. A lo que soñé. A lo que ya no está.
Pero hay algo que no muere del todo.
Algo que, aunque se esconde, respira bajito dentro de nosotros:
la esperanza.
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No es esa esperanza mágica que todo lo pinta de colores.
Es la esperanza rota, desgastada, cansada…
Pero real.
La que se asoma cuando abrimos la ventana después de llorar.
La que se cuela en una canción, en una mirada, en una oración susurrada entre lágrimas.
David Kessler, que ha acompañado a tantos en el dolor, escribió:
“Cuando el alma encuentra sentido, la herida no desaparece… pero deja de sangrar.”
Y eso es lo que intento cada día:
no negar el dolor,
sino aprender a caminar con él sin dejar que me hunda.
Eso es esperanza para mí.
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Elisabeth Kübler-Ross habló del duelo con tanta humanidad, que una vez escribió:
“Las personas más hermosas que hemos conocido son aquellas que han conocido la derrota, el sufrimiento, la lucha y la pérdida, y han encontrado su camino de salida de esas profundidades.”
Yo no quiero ser perfecta.
Quiero ser de esas personas: rotas, sí… pero verdaderas.
Y si tú estás leyendo esto con el alma desgastada, te digo algo:
🌿 No tienes que tener fe todos los días. Solo necesitas respirar hoy.
🌿 No tienes que entender el para qué. Solo deja que el amor te sostenga un poco más.
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🕊️ Afirmación para quien está en medio del duelo:
“Aunque no lo vea, algo bueno sigue existiendo en el mundo.
Aunque duela, algo dentro de mí quiere vivir.
Y eso… es esperanza.”
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