El camino hasta aquí fue una pequeña aventura en sí misma.
Una carretera me llevó a través de un paisaje que cambiaba poco a poco, desde el bullicio de la ciudad hasta un espacio donde el tiempo parecía ir más lento.
Al llegar, lo primero que me recibió fue una vista impresionante: un riachuelo serpenteando entre el verde vibrante del césped, una cerca de madera inclinada con el paso del tiempo y una docena de patos descansando al sol como si no tuvieran preocupaciones en la vida.
Este Airbnb no es solo un alojamiento, es una experiencia.
Aquí, las mañanas comienzan con el sonido del agua corriendo suavemente y el sol bañando el paisaje con tonos dorados.
Hay una pequeña vaca pastando tranquilamente, observando con curiosidad a los visitantes y mugiendo si le hablas, cómo respomdiendo a tu extraña visita.
Cerca de la orilla, un avestruz de plumaje grisáceo camina con elegancia, como si supiera que es el guardián peculiar de este paraíso escondido.
A lo lejos, la silueta de la carretera se asoma entre los árboles, recordándome que la ciudad está cerca, pero lo suficientemente lejos como para sentirme en otro mundo.
Este lugar es perfecto para quienes buscan desconectarse sin perder la comodidad.
Puedes simplemente sentarte en el pasto, dejar que la brisa juegue con tu cabello y escuchar la sinfonía de la naturaleza.
Las noches bueno un silencio en la propiedad y de vez en cuando un tráiler a lo lejos.
Me imagino la luna reflejándose en el agua, las estrellas brillando con intensidad y el murmullo del río acompañando pensamientos y sueños.
Un refugio para el cuerpo y la mente, un respiro para el alma.
Si alguna vez buscas un escape en Cobán, lejos del ruido pero cerca de la belleza natural, este pequeño Airbnb es una joya que vale la pena descubrir.
Quizás, como yo, te encuentres mirando el paisaje, preguntándote cómo un rincón tan escondido puede sentirse tan acogedor y perfecto.
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