Ellos caminan sin rumbo ni calma,
vacíos de sueños, ajenos al alma.
Sus risas son ecos que mueren al viento,
sus ojos no ven, ni sienten el tiempo.
Yo me detengo, respiro y escucho,
el latir del silencio, el canto de un susurro.
La vida me llama, me grita, me duele,
y aunque soy distinta, mi espíritu no muere.
Ellos avanzan, cadenas al suelo,
atados al peso de un mundo sin cielo.
No hay preguntas, no hay miradas,
solo pasos de sombras, voces calladas.
Yo, en mi rincón, cuestiono y espero,
si soy un extraño o el mundo está entero.
Pero en mi diferencia encuentro la vida,
una chispa que arde, mi llama encendida.
¿Dónde quedaron los sueños perdidos,
los cantos del alma, los besos vividos?
¿Por qué se conforman con días iguales,
con noches tan frías, con luces tan frágiles?
No soy un zombie, no sigo el sendero,
prefiero caer que perder lo que quiero.
Y si mis caídas son piedras del río,
entonces mi vida tendrá su sentido.
Que despierten las almas que duermen en calma,
que vuelvan los sueños, la risa, la danza.
Que vean que hay más que caminos trazados,
que la vida se siente en pasos quebrados.
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