Y no cualquier miércoles. Es 25 de diciembre, el día donde uno debería estar rodeado de villancicos, envolturas de regalos desparramadas y un olor a recalentado que invade la casa. Pero aquí estaba yo, con la mente en un domingo zen, mientras el mundo seguía girando en modo festivo.
Todo empezó cuando me levanté. Me serví mi taza de chocolate de Navidad, porque Navidad no es Navidad sin tu respectiva taza de chocolate , por lo menos para mi, si ya se me dirás tomando chocolatito caliente caliente en la Playa, si lo sé … la misma pregunta me hacia yo y con la lentitud de quien tiene todo el tiempo del mundo, disfruté de la vista al mar y pensé: “Qué bonito es no tener agenda, no mirar el reloj… esto es vida”.
Hasta que alguien me dijo: “¿Ya estás lista para la cena de Navidad?” ¡¿Qué?! ¿Cena? ¿Navidad? Pero si es domingo… Y ahí me cayó el veinte: no era domingo, era miércoles, y el 25 de diciembre, nada menos.
En ese momento, mi mente entró en caos. ¿Cómo pude perder la noción del tiempo?
¿Me quedé demasiado atrapada en las películas navideñas o fue el efecto de tantas comidas familiares? Peor aún, ¿a cuántos les he dicho “que disfruten su domingo”? ¡La vergüenza!
Aunque, siendo honesta, ¿no les ha pasado que los días festivos son como un agujero negro de tiempo?
Todo empieza bien: un viernes que se siente viernes. Luego llega sábado, y ahí todo se descarrila. El domingo se disfraza de lunes, el martes no existe, y el miércoles… ¡es domingo! Todo un complot del calendario.
Pero lo curioso es que este “domingo de miércoles” me enseñó algo. La magia de perderse en el tiempo es que también te pierdes en los momentos. Hoy, entre risas de niños, el sonido del mar y una brisa tranquila, me di cuenta de que no importaba si era domingo, miércoles o el día de la marmota. Lo importante era estar ahí, presente, disfrutando. Y si la vida me da un miércoles que se siente domingo, ¡qué mejor excusa para vivirlo como si fuera un fin de semana eterno!
Así que, si alguna vez tienen un “domingo” inesperado, abrácenlo. Relájense, disfruten el momento, y recuerden: los días son lo que queremos que sean, incluso si el calendario nos dice otra cosa.
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