En un pequeño pueblo rodeado de montañas, vivía un niño llamado Lucas. Su mejor amigo era su gato llamado Chispa, un felino de pelaje suave y ojos brillantes como dos pequeñas linternas. Chispa lo acompañaba a todas partes: en sus aventuras al bosque, en las noches de lectura y hasta en sus sueños.
Un día, Chispa desapareció. Lucas lo buscó por todo el pueblo, llamando su nombre, pero el gato nunca volvió. Las noches se hicieron largas y solitarias, y el corazón de Lucas estaba lleno de tristeza.
En una fresca noche de invierno, el pueblo celebró su tradicional fogata en la plaza. Las llamas danzaban hacia el cielo, y Lucas, con el corazón apretado, se acercó al fuego. Cerró los ojos, apretó sus manos contra su pecho y pidió un deseo con todas sus fuerzas:
—Por favor, devuélvanme a Chispa. Haría cualquier cosa por volver a verlo, aunque sea una vez más.
De pronto, las llamas de la fogata se tornaron de un naranja brillante, y un calor suave envolvió a Lucas. Ante sus ojos apareció un gato majestuoso, con un pelaje de fuego que chisporroteaba como si cada paso encendiera una estrella.
—Soy el Gato de Fuego —dijo el felino con una voz profunda y cálida—. He escuchado tu deseo, pequeño.
Lucas se quedó sin palabras, pero sus ojos se llenaron de lágrimas.
—¿Eres tú, Chispa? —preguntó con un hilo de voz.
El gato inclinó la cabeza.
—No soy exactamente Chispa, pero llevo su esencia. Tu amor por él fue tan fuerte que encendió un fuego especial, un fuego que nunca se apaga. Por eso estoy aquí.
El Gato de Fuego acompañó a Lucas esa noche. Juntos, recorrieron el pueblo iluminado por las estrellas, y Lucas compartió todos los recuerdos que tenía de Chispa. El gato escuchó atentamente y, con cada palabra, su pelaje ardía con más fuerza.
—Tu amor por Chispa vive en ti, Lucas —dijo el Gato de Fuego al amanecer—. Nunca lo has perdido, porque el amor verdadero nunca se apaga.
Cuando los primeros rayos del sol tocaron el cielo, el Gato de Fuego dio un último salto hacia las estrellas, dejando tras de sí una pequeña chispa que se convirtió en una estrella brillante. Lucas, con una sonrisa y el corazón lleno de calor, entendió que Chispa siempre estaría con él, iluminando sus noches y cuidándolo desde el cielo.
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