A veces, cuando nos enfermamos, nos invade esa pregunta tan común:
¿Por qué me enfermé si me cuido, si como bien, si tomo mis vitaminas, mis suplementos, mis proteínas?
Yo también me lo pregunté hace poco, mientras atravesaba dos semanas de enfermedad.
Pero en ese proceso, descubrí algo que quiero compartir hoy contigo.
Vivimos creyendo que el cuerpo, la mente y el corazón trabajan por separado,
como si fueran departamentos independientes.
Pero no es así.
Somos un equipo.
Un conjunto perfecto en constante comunicación.
Y, muchas veces, las enfermedades que creemos “físicas” son solo un grito del alma,
una señal de que algo más profundo necesita atención.
Hay dolores que no podemos expresar con palabras, pero que el cuerpo sí manifiesta.
Entonces, empieza a doler…
Empieza a enfermarse.
Leí hace un tiempo una encuesta que decía que más del 80% de las enfermedades tienen origen emocional.
Tal vez un médico lo negaría.
Pero si te tomas un momento para buscar, encontrarás estudios que lo respaldan.
Y es que las emociones no son algo pasajero;
se quedan en el cuerpo cuando no las liberamos.
La rabia, el miedo, el resentimiento, el dolor…
Todo eso puede enfermarnos.
Entonces, ya no se trata de preguntarse “¿por qué me enfermé?”
Sino de detenernos, escuchar y preguntarle al cuerpo:
“¿Qué me estás tratando de decir? ¿Cómo puedo ayudarte?”
Y a veces las respuestas sorprenden:
— ¿A quién necesito perdonar?
— ¿Qué me falta soltar?
— ¿Qué debo perdonarme a mí misma?
— ¿Qué heridas aún no he sanado?
Tal vez no tengamos todas las respuestas.
Pero Dios sí.
Y a veces, solo necesitamos sentarnos en silencio y escuchar.
No es fácil. A mí me tomó más de una semana entenderlo,
aunque ya conocía las enseñanzas de Louise Hay y Wayne Dyer.
Louise Hay decía:
“Cada enfermedad es un mensaje del alma. Escucha a tu cuerpo con amor.”
Wayne Dyer también lo recordaba:
“No hay ninguna medicina más poderosa que una mente en paz.”
Sin embargo, solemos buscar primero lo científico, lo rápido, lo inmediato:
una pastilla, una inyección, algo que borre el síntoma.
Y cuando eso pasa, creemos que “solo era una gripe”…
Pero a veces era algo más.
Algo que el cuerpo susurraba mientras nosotros solo queríamos que callara.
Hoy, mientras escribo esto, me siento más conectada conmigo misma.
Más consciente de que no solo hay que cuidar el cuerpo con buena alimentación y suplementos.
También hay que cuidar el alma, las emociones, los pensamientos.
Y si hoy tú estás atravesando una enfermedad,
tal vez puedas preguntarte:
¿Qué me está enseñando este dolor?
Porque sanar no siempre es cuestión de medicina.
A veces, la verdadera cura empieza con una sola pregunta:
¿Qué necesita mi alma para estar en paz?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario