El escenario está oscuro, una luz tenue ilumina una cama desordenada. El sonido del despertador suena, y un humano gruñe desde debajo de las cobijas. Una gata se sube a la cama con una actitud de reina del mundo.
Humano:
(Urgando entre las sábanas, con voz soñolienta)
¿Es lunes ya? ¿Otra vez? ¿Por qué no podemos tener fines de semana de tres dÃas?
Gata:
(Mirando al humano con cara de juicio)
¡Miau! SÃ, humano, es lunes. No sé qué es eso, pero sé que tienes que levantarte.
Humano:
(Acariciándose la cara)
¿Por qué? ¿Para qué? El mundo puede sobrevivir sin mà por unas horas más.
Gata:
(Con tono dramático, subiendo al pecho del humano)
¡Sobrevivirás tú sin mÃ, pero YO NO sobreviviré sin mi comida! ¿Dónde está mi tazón lleno? ¿Mi agua fresca? ¿Mis golosinas?
Humano:
(Rodando los ojos, intentando ignorarla)
¿No puedes esperar un poco más? Cinco minutos, solo cinco minutos.
Gata:
(Saltando de la cama indignada)
¡Cinco minutos! ¡Eso es como siete vidas para mÃ! Además, ¿recuerdas quién es el verdadero jefe aquÃ? Yo. Ahora, arriba, humano.
La gata comienza a pasearse por la cama, tocando con sus patas la cara del humano.
Humano:
(Suspira derrotado)
Está bien, está bien. ¡Voy! Pero solo porque me haces sentir culpable.
Gata:
(Con un aire de triunfo)
Eso pensé. Y de paso, limpia mi caja de arena. Está… digamos… al borde de un desastre biológico.
Humano:
(Caminando tambaleándose hacia la cocina)
¿Por qué no me avisan de estos contratos cuando adoptamos un gato?
Gata:
(Sentándose en el sofá, con una mirada satisfecha)
¡Miau! Porque no nos adoptan. Nosotros los escogemos. Ahora, a trabajar, humano. Y no olvides los bocadillos de salmón.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario