lunes, 23 de septiembre de 2024

Parte 2: Hija Ausente : Reflexion desde mi alma

 


Hoy, hace cinco años, mi padre se fue. Si , se fue con Dios. Como ustedes prefieran llamarlo universo, Creador. 

Recuerdo el día con claridad: mi hermano menor me llamaba al mediodía desde Managua, Nicaragua, la urgencia de tomar un avión y la sensación de estar dejando atrás no solo a mi país, sino también una parte de mi vida. 

El viaje fue largo, pero lo más difícil fue enfrentar el hecho de que no pude estar siempre a su lado.

A menudo, como hijos, nos exigimos estar presentes, ser perfectos, pero la vida tiene una forma particular de llevarnos por caminos que no siempre nos permiten estar donde quisiéramos. No siempre podemos controlar las circunstancias, el tiempo o los kilómetros que nos separan de nuestros seres queridos.


Ser una hija ausente no significa haber amado menos. 

Al contrario, en la distancia aprendí a valorar aún más lo que mi padre significaba para mí. 

Las palabras que compartimos, las lecciones que me dejó, todo está grabado en mi corazón. 

Y aunque no pude estar allí siempre, lo que importa es que nunca dejé de pensar en él, nunca dejé de llevar su amor conmigo.


En este día, no quiero castigarme por no haber estado más cerca, sino recordar con gratitud los momentos que sí compartimos, las risas y las enseñanzas. 

Porque al final, la presencia física es solo una parte de la relación; lo que realmente importa es el vínculo del corazón.


Hoy, elijo ser compasiva conmigo misma. 

Elijo recordar que, aunque fui una hija ausente en los kilómetros, siempre estuve presente en amor.

Ayude económicamente como pude, tal vez no fue mucho pero fue desde el corazón.

Hasta siempre Pa , así como te decía siempre .

La hija ausente

 


Soy la hija ausente que un día dejó su tierra, su Nicaragua, Nicaraguita para buscar nuevos horizontes y poder vivir. 

Dejar el país no es una decisión fácil; es un salto al vacío, impulsado por el deseo de encontrar una vida mejor. 

Sin embargo, en ese proceso de búsqueda, se va perdiendo todo: amigos, familiares, conexiones que parecían eternas.

Han pasado más de 20 años desde que llegué a Guatemala, y aunque este país me ha dado la oportunidad de empezar de nuevo, la incertidumbre de estar en una tierra ajena, con una cultura diferente, sigue embargando mi alma. 

La nostalgia por lo que dejé atrás siempre está presente, como una sombra que me acompaña, recordándome lo que se quedó en el camino.


A veces, la distancia no solo se mide en kilómetros, sino en lo que vamos perdiendo con el paso del tiempo. 

La ausencia no es solo física, es emocional, es el lazo que poco a poco se debilita cuando no se puede estar ahí, cuando las conversaciones se hacen más espaciadas, cuando los rostros que antes eran cotidianos se vuelven lejanos.


Y aun así, sigo adelante. Porque en medio de la pérdida y la distancia, también hay fortaleza. 

Ser una hija ausente no me define solo por lo que dejé, sino también por lo que he logrado construir. 

Mi vida ha sido una constante adaptación, un equilibrio entre lo que era y lo que soy ahora. 

Y aunque la incertidumbre siempre estará ahí, también está el valor de haberme atrevido a buscar un nuevo horizonte.


En este proceso he aprendido que, aunque el alma se sienta a veces sola, hay una fuerza interior que me ha mantenido firme. Porque al final, ser una hija ausente no significa ser una hija menos. 

Significa que en la búsqueda de una vida mejor, he tenido que dejar atrás muchas cosas, pero no el amor que siento por mi tierra y por los que, aunque lejos, siguen presentes en mi corazón.

Encontrar la paz en medio del caos: un camino hacia el equilibrio interior



A lo largo de la vida, todos enfrentamos momentos que nos sacuden hasta los cimientos, situaciones que nos hacen preguntarnos si alguna vez podremos volver a sentir paz. 

El caos, la pérdida, el dolor y las tragedias nos empujan a un estado de inquietud y desesperanza, pero es precisamente en esos momentos donde encontrar la paz se vuelve un acto de resistencia y un profundo regalo para nosotros mismos.

La paz no es la ausencia de conflicto o dolor, sino la capacidad de encontrar calma incluso en medio de ellos. 

Es ese momento en el que, a pesar del caos exterior, encontramos un espacio dentro de nosotros donde todo está en equilibrio. 

Entonces, ¿cómo se logra ese estado?


El primer paso es aceptar lo que no podemos cambiar. 

A menudo, el sufrimiento se agrava porque luchamos contra lo que ha sucedido o lo que está fuera de nuestro control. 

Al soltar la necesidad de controlar todo, nos liberamos de esa carga invisible que nos mantiene atados al sufrimiento. 

Aceptar no significa conformarse con la situación, sino reconocer que no todo está en nuestras manos, y desde allí, buscar cómo avanzar.


La práctica del silencio y la meditación son herramientas poderosas para encontrar paz. 

En medio del ruido del mundo, aprender a detenerse y escuchar el silencio dentro de nosotros nos permite reconectar con nuestra esencia. 

La meditación no es solo sentarse en silencio, es el acto de permitir que la mente y el corazón se asienten, de respirar profundamente y crear espacio para la serenidad. 

A través de la práctica diaria, aprendemos a cultivar la paz como una semilla que va creciendo, incluso cuando el mundo a nuestro alrededor parece estar colapsando.


Rodearnos de belleza también es esencial.

 Esto no significa lujo o extravagancia, sino buscar lo que alimenta el alma: un amanecer, una pieza musical que nos conmueva, un rincón de la naturaleza donde podamos respirar profundo. 

La paz se encuentra en los pequeños detalles que a menudo pasamos por alto. 

Al aprender a saborear esos momentos de calma, podemos anclarnos en ellos cuando la tormenta nos rodea.


Otra forma de encontrar paz es a través del perdón, no solo hacia los demás, sino también hacia nosotros mismos. 

Las tragedias y los conflictos muchas veces dejan un rastro de culpa, resentimiento o dolor que cargamos durante años. Perdonar es liberar esa carga y abrirnos a una vida más ligera y libre. 

No significa olvidar, sino permitirnos soltar lo que nos ata al pasado.


Finalmente, debemos recordar que la paz es un estado que cultivamos día a día. 

No es algo que se obtiene de forma instantánea, sino una práctica constante. 

Aprendemos a vivir en paz cuando elegimos conscientemente lo que nos alimenta el alma y evitamos lo que nos drena.

 Con cada pequeño acto de autocuidado, cada respiración profunda, cada pensamiento de gratitud, estamos construyendo nuestro santuario interior.


La paz está al alcance de todos, independientemente de las tragedias que hayamos enfrentado. 

Es un regalo que nos damos cuando decidimos priorizar nuestro bienestar emocional y espiritual, y es un camino que, aunque a veces difícil, vale la pena recorrer.


Gracias por seguir leyendo, Gracias por el apoyo 

Saludos y bendiciones 

Regresando al espacio seguro: el refugio después de la tormenta

 Volver a un espacio seguro después de haber atravesado tragedias es un proceso que involucra sanación, autorreflexión y, sobre todo, mucha compasión hacia uno mismo.

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Las tragedias, ya sean internas o externas, nos sacuden hasta lo más profundo de nuestro ser. Nos cambian, nos marcan y, a veces, nos hacen sentir perdidos. Sin embargo, con el tiempo, todos ansiamos encontrar ese lugar, ese refugio que llamamos nuestro "espacio seguro". Pero, ¿qué significa realmente encontrarlo, y cómo regresamos a él cuando parece que todo a nuestro alrededor se ha desmoronado?


Un espacio seguro no es solo un lugar físico donde podemos sentirnos protegidos. Es también un estado mental y emocional donde nos sentimos en paz, completos y reconectados con nosotros mismos. En tiempos difíciles, este espacio puede parecer inalcanzable, pero siempre está allí, esperándonos.


El camino de regreso comienza con pequeñas decisiones. Primero, debemos darnos permiso para sentir. El dolor y el miedo a menudo nos hacen cerrarnos o huir de nuestras emociones, pero para regresar a ese espacio seguro, debemos pasar por ellas. Permitirse el tiempo para sanar es el primer paso.


Después, es fundamental rodearnos de personas que nos hagan sentir seguros, aquellos que nos apoyan sin juzgarnos. El amor y la empatía de los demás pueden ser esa chispa que enciende el faro de regreso a nuestro refugio. No siempre podemos sanar solos, y no deberíamos sentir que debemos hacerlo.


Reconectar con nuestras pasiones también es esencial. Aquello que amamos nos recuerda quiénes somos más allá del dolor. Puede ser la música, la naturaleza, la escritura o cualquier otra actividad que despierte nuestro corazón. Al volver a lo que nos inspira, comenzamos a recuperar una parte de nosotros que tal vez habíamos perdido.


Por último, debemos aprender a crear un diálogo interior lleno de compasión. Ser gentiles con nosotros mismos es clave para reconstruir nuestro espacio seguro. A veces, el juicio y la autocrítica nos impiden avanzar, pero cuando nos tratamos con amor y paciencia, encontramos el camino de regreso.


El espacio seguro es ese lugar dentro de nosotros donde podemos descansar, llorar, reír y ser quienes realmente somos. No importa cuán lejos nos sintamos de él; siempre podemos encontrar el camino de vuelta, paso a paso, con amor y paciencia.


Gracias por continuar leyendo, por apoyarme .

Saludos y muchas bendiciones 




domingo, 22 de septiembre de 2024

Lecciones no contadas: un puente entre el dolor y la comprensión

 



La vida nos enseña constantemente, y a veces las lecciones más profundas vienen de las experiencias más difíciles. 

Hoy, reflexioné sobre el dolor que muchos han vivido en silencio, marcado por abusos, abandono o situaciones traumáticas que dejan cicatrices invisibles. 

Cada persona lleva su propio peso, y es evidente que algunos luchan por encontrar la alegría en la vida, atrapados en recuerdos y heridas que no sanan fácilmente

Al mismo tiempo, me encontré observando cómo nuestros hijos, a quienes intentamos proteger de todo mal, inevitablemente se enfrentan a realidades duras. 

Mi hijo, en su viaje por el fotoperiodismo, vio el documental *20 días en Mariupol*, que retrata el horror de la guerra, algo que yo había intentado esconderle por mucho tiempo. Nicaragua, nuestro país, vivió su propio capítulo de guerra y violencia, pero como madre, elegí no contarle mucho. 

Quise proteger su corazón de lo que nosotros experimentamos en carne propia.


Sin embargo, la vida tiene su manera de confrontarnos con lo que evitamos. 

Al ver ese documental, él ahora enfrenta las mismas preguntas y emociones que una vez intenté mantener alejadas. 

¿Cómo hablarle de la guerra sin quitarle la esperanza en la humanidad? 

¿Cómo podemos ayudar a quienes cargan con el peso de abusos, dolor y abandono sin ahondar más en sus heridas?


Creo que la clave está en el equilibrio: no se trata de evadir la realidad, sino de encontrar maneras de abordarla con compasión, comprensión y sin recrudecer el dolor. 

La guerra, los abusos, el abandono... son realidades que no podemos borrar, pero sí podemos aprender a vivir con ellas y, lo más importante, enseñar a nuestros hijos y a quienes sufren a no perder la fe en la vida.


La resiliencia es un arte que todos podemos aprender. 

La empatía, en cambio, es un don que debemos fomentar. 

Tal vez no podamos proteger siempre a los nuestros del dolor, pero podemos ser ese espacio seguro donde el amor y la comprensión les ayuden a encontrar su camino, incluso en las circunstancias más oscuras.

Un Globo es Fragil

Me criaron con la idea de que un globo es frágil. Esa noción me acompañó durante casi 47 años y 9 meses (un embarazo completo 😅 podríamos decir). 

Siempre tuve esa imagen de que el globo, al igual que muchas cosas en la vida, era delicado, susceptible de romperse con el más mínimo error o exceso de presión. 

Y por mucho tiempo, esa creencia formó parte de mi manera de ver el mundo, de actuar y de enfrentar los desafíos.


Sin embargo, al adentrarme en el maravilloso mundo de la globoflexia por medio de Fábrica de Sonrisas, descubrí algo diferente. Observé cómo aquellos que se dedicaban a este arte trabajaban con globos de manera sorprendente, con una confianza y una entereza admirables. No les temían a las rupturas, ni a la fragilidad que yo creía intrínseca en cada globo. Al contrario, veían los globos no como objetos delicados, sino como materiales maleables, capaces de transformarse en hermosas esculturas con tan solo el esfuerzo de sus manos.


Lo que más me impactó fue cómo enfrentaban el hecho de que algunos globos se rompían en el proceso, sin que eso los desalentara. Para ellos, el que un globo estallara no era un obstáculo, sino parte del aprendizaje, del camino hacia la creación. Es cierto, algunos globos se rompen, pero eso no detiene a los verdaderos artistas de la globoflexia. Siguen trabajando, siguen moldeando, sin miedo, sin la parálisis que genera el temor al error.


Esa enseñanza me hizo replantearme muchos aspectos de la vida. A veces, nos enfrentamos a situaciones con tanto miedo de "romper" algo que olvidamos que el proceso de creación, sea en el arte o en la vida, incluye la posibilidad de errores, de momentos frágiles. Pero eso no debe detenernos, al contrario, debe impulsarnos a seguir moldeando nuestra realidad, a pesar de que algo se rompa en el camino.


Aprendí que la fragilidad no es un límite, sino una oportunidad para reconstruir, para aprender y para crear algo nuevo, algo incluso más hermoso que lo que habíamos imaginado en un principio. Un globo, en manos de alguien que sabe cómo trabajarlo, se convierte en una obra de arte. Y en nuestras vidas, a medida que aprendemos a superar el miedo a fallar, también podemos crear algo grandioso, aunque algunos momentos se "rompan" en el camino.


Y antes de terminar quiero agradecer a Jaime "El Hombre Globo" por llevarme a esta gran aventura este hermoso fin de semana, compartir con personas maravillosas y profesionales en este hermoso campo de los Globos, hacer esculturas maravillosas, crear Arte con ellos, eso no tiene precio. Y la gente linda que conoces y el vinculo que vas formando con las personas es invaluable. gracias.


Este articulo fue un poco grande pero les agradezco siempre por leerlo y estar atentos

muchas gracias, saludos y bendiciones.




miércoles, 18 de septiembre de 2024

Frente al Lienzo Blanco


 

Escribir en un lienzo blanco  

me da la sensación de amplitud,  

un universo lleno de posibilidades,  

donde cada palabra es una estrella  

brillando en la vastedad de lo desconocido.  


Es allí donde los sueños toman forma,  

donde los pensamientos fluyen libres,  

y lo que aún no ha sido dicho  

espera ser revelado en el siguiente trazo.  


Escribir en un lienzo blanco me da la sensación de amplitud, como si me encontrara frente a un vasto horizonte donde no existen fronteras.


Cada palabra que nace sobre el papel es una pequeña chispa, un destello que ilumina un universo de posibilidades.


En este espacio vacío, el silencio se convierte en mi aliado, y las ideas fluyen como ríos, encontrando su cauce en el corazón de lo desconocido.


Me siento libre, sin ataduras, navegando entre pensamientos, emociones y recuerdos que toman forma con cada trazo, como estrellas que se agrupan para formar constelaciones únicas. 


El lienzo blanco no es solo una página, es el inicio de un viaje hacia lo inexplorado, donde cada frase es un paso hacia la creación de algo nuevo, algo profundo, algo que aún no existe, pero que siempre ha estado esperando a ser descubierto.




Parte 2: Hija Ausente : Reflexion desde mi alma

  Hoy, hace cinco años, mi padre se fue. Si , se fue con Dios. Como ustedes prefieran llamarlo universo, Creador.  Recuerdo el día con clari...